domingo, 9 de septiembre de 2012

LA EDAD DE ORO


El nombre del título ya puede remitir a un estado de nostalgia por un pasado feliz. Ese puede ser el pasado de la infancia, de una niñez donde al menos la ignorancia de la complejidad del mundo otorgaba un estado de felicidad infinita. Aunque bien puede remitir a cualquier momento vivido del cual se tengan bellos recuerdos.
En esta genial propuesta, ese universo maravilloso y perdido es puesto en juego mediante la añoranza de un momento de juventud en el que la música atravesaba a los protagonistas en todos los aspectos de su vida.
En escena, una especie de trastero, de cuarto donde uno guarda todo aquello que actualmente no tiene uso, muestra unas repisas cubiertas de discos de vinilo.
Por medio de las relaciones que se establecen entre el vendedor y el joven comprador de discos, el público se entera de la pasión que ambos sienten por los discos de Peter Hamill, un músico de culto seguido fielmente por un escueto grupo.
De esta manera se presenta el tema de la pasión por un arte (por la música, por los discos de vinilo, por Peter Hamill) así como esa especie de fraternidad de pertenencia de clase que sienten todos aquellos que comparten la misma pasión.
A la vez, se establece una relación íntima entre la música, la juventud y las pasiones, y aquellos vínculos que nacen a partir de compartir una idéntica obsesión donde las relaciones surgen y se desarrollan intermediadas por el arte, como si se tratara de colegas de profesión.
El texto dramático propone que las afinidades artísticas entre aquellos que las comparten es algo que puede convertirse en una firme convicción en relación a la vida y al mundo.
Así quedan planteadas estas relaciones como una profundidad en común que tiene que ver con elecciones, o incluso, filosofía de vida.
Todo esto se ve plasmado en la profunda simpleza de la música.
Luego el paso del tiempo.
Quien vende los discos de su propia colección, lo hace para emprender un nuevo negocio que implica un crecimiento en el transcurso de su vida. Es un desprendimiento de un momento significativo de su pasado del que le cuesta soltarse. Pero es un paso importante en el camino de madurar, encarar la vida y hacerse hombre. Este cambio se produce.
Lo interesante es que se da con sabiduría.
La puesta en escena muestra el crecimiento y la transformación de estos jóvenes fanáticos de Hamill de manera tal que son impulsados por la esperanza de esa ilusión que aún conservan.
Por eso, la mirada final resulta esperanzadora. Uno debe resignar algunas cosas de la vida para continuar su desarrollo en ella, pero no por ello ha de perder la esperanza, aunque sea en bueyes perdidos, ni perder la capacidad de jugar (sobre todo si uno piensa en la música también como juego) e ilusionarse. Porque eso es lo que sostiene, lo que impulsa a continuar, como una zanahoria delante. Y lo que mantiene la belleza de la vida.
Bien cabe también para esta propuesta pensar, parafraseando a aquél argentino que participó de la Revolución Cubana, que hay que endurecerse pero sin perder la ternura jamás.
Una obra de la que uno sale con ganas de escuchar música, de tomar una copa, de estar con amigos, en definitiva, de disfrutar de la vida.

Qué: La edad de oro
Quién: Dramaturgia: Walter Jakob, Agustín Mendilaharzu.- Actuación: Denise Groesman, Walter Jakob, Ezequiel Rodríguez, Pablo Sigal.- Escenografía: Magali Acha.- Iluminación: Adrian Grimozzi, Eduardo Pérez Winter.- Ilustrador: Ignacio Masllorens.- Diseño gráfico: Andrés Mendilaharzu.- Asistencia de dirección: Gabriel Zayat.- Productor asociado: Roberto Malkassian.- Colaboración artística: Alberto Ajaka.- Dirección: Walter Jakob, Agustín Mendilaharzu.- Web: http://www.elextranjeroteatro.com
Dónde: EL EXTRANJERO Valentín Gómez 3378.- www.elextranjeroteatro.com
Cuándo: Viernes - 23:30 hs

No hay comentarios:

Publicar un comentario