lunes, 4 de julio de 2016

EL VÉRTIGO

El espectador llega a ver esta propuesta y se encuentra con una bella situación: la locación. No es un espacio de teatro convencional y tampoco es una obra site specific (armada para el sitio específico) pero sucede en un lugar hermoso que ubica la obra donde mejor podía realizarse: un taller de orfebrería.
El Museo Pallarols, un espacio de trabajo artesanal lleno de herramientas y objetos antiguos, es el escenario ideal para una propuesta en la que el espectador oficia de espía asomado dentro del taller.
La obra de Discépolo trae a una familia de inmigrantes que se dedican a la orfebrería. Y en ese espacio de trabajo donde se pasan horas engarzando piedras preciosas, trascurre la acción.
Inicia el relato en medio de una situación tensa que inmediatamente se explicita. El amor no correspondido de un hombre es el centro donde gravita el vértigo. Esa sensación ilusoria de movimiento de los objetos que nos rodean, o de nuestro propio cuerpo. El vértigo como la mala fiebre del deseo que empuja tras algo aunque cause el propio mal.
Porque si el orfebre no puede engarzar y algo falla, no se debe a una deficiencia de su cuerpo, pues “las manos no tienen la culpa, es la cabeza o el corazón”.
Irrumpe desde el principio el tema del amor/desamor. Esa ‘mala fiebre’, que lleva a los hombres a cometer los peores delitos. Y pese a que “un hombre que ama es un hombre fuerte”, también es un hombre que cede y se sacrifica por una mujer.
Aquí se plantea desde el texto que el hombre actúa para la mujer, baja a las minas a buscar piedras preciosas para que ella las luzca, a costa de arriesgar su vida. Trabaja para ellas. Y a la vez, se pone en cuestión a aquella parte del género femenino que enloquece por lo material. Las mujeres que gustan tanto de las joyas son fatales. Arruinan a los hombres que enloquecen de amor.
Entonces la obra pone en tela de juicio a las ambiciones materialistas (“las piedras traen desgracias”) y rescata de un modo romántico las profundidades de lo que dicta el corazón, que es lo que uno verdaderamente debe atender. “Hacer siempre lo que te dicte tu corazón”, expresa el texto en voz de uno de los intérpretes.
El amor está planteado como algo sencillo y difícil a la vez. Atraviesa la obra como una flecha que trae aparejada la fatalidad. La tragedia se ve venir como algo indefectible.
En ese espacio íntimo, el espectador permanece expectante como si fuera una herramienta más del taller. Rodeado de objetos antiguos, piezas de orfebre, el público es tallado por las escenas que se suceden a un ritmo vertiginoso como el título.
El vértigo del amor, de la pasión, del riesgo, del dinero, del devenir.
Con el vértigo de la vida, concluye esta pieza engarzada en la memoria como una bella propuesta teatral.

Qué: El vértigo

Quién: Autoría: Armando Discépolo.-  Actuación: Marcelo Aruzzi, Natalia Besuzzo, Matias Broglia, Roberto Cappella, Marcos Horrisberger, Martín López Pozzo, Alicia Naya, Yesica Wejcman.- Vestuario: Cecilia Zuvialde.- Diseño de luces: Miguel Solowej.- Música: Santiago Barceló.- Fotografía: Leopoldo Minotti.- Diseño gráfico: Roberto Cappella.- Asesoramiento escenográfico: Cecilia Zuvialde.- Asistencia de dirección: Juan Sebastian Echave.- Dirección: Matías Leites, Leopoldo Minotti.- Duración: 70 minutos.- Web: http://www.elvertigo.com.ar

Dónde: MUSEO PALLAROLS Defensa 1094   Reservas: 15-6725-1000

Cuándo: Viernes - 21:00 hs

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