En un pequeño espacio ambientado como la sala
semivacía de un departamento de soltero, dos jóvenes desarrollan una especie de
juego poético. Tanto en la ficción como en la realidad, estamos en Buenos
Aires. Se comparten los universos en cuanto a espacio y tiempo, pues el relato
es contemporáneo.
Los jóvenes se vanaglorian de su talento literario.
Alardean de las cualidades que los hacen superiores respecto a otros jóvenes de
su edad y se divierten en el secreto acto de menospreciar a todos aquellos que
no son como ellos.
Tienen sus normas, obviamente, que rigen sobre ese
universo cerrado y limitado a ese contexto donde se sienten indestructibles.
Pero ¿qué pasa con estos casi hombres cuyo desarrollo
intelectual les lleva tantos kilómetros de ventaja a su crecimiento emocional?
¿Qué pasa con esa inmadurez afectiva que hace peligrar su entrada en el mundo
de los vínculos adultos?
Ellos parecen tener un secreto que posee un rostro
femenino. Algo que se supone enterrado en el pasado y la distancia y cuyo
regreso repentino a la realidad cotidiana amenaza la supuesta integridad de ese
mundo de ideas y poesías.
Así es como irrumpe en la historia la protagonista
femenina. Ella derrumba todo ese edificio de intelecto y superioridad que
respiran los jóvenes talentos. Los hace tambalear.
Pese a que habían logrado sostener, con alianzas
implícitas y hábiles manejos, su juego
evasivo del mundo externo, llega el día de enfrentar la realidad. Es el momento
de poner a prueba su talento. Y es tal vez aquí donde quedan desenmascarados.
Como bien puede desenmascararse el ser
de toda una clase media acomodada de estéril accionar.
Pero más allá de cualquier connotación política o
social, algo cambia en ese instante en que se ven enfrentados al mundo real,
algo que no es fácil de entender ni para ellos mismos.
La obra también
introduce al público en un universo de rimas y versos. Mundo poético que bien
puede metaforizarse con las situaciones de la vida, donde quizás la habilidad
para hallar la palabra –o el acto- justos que rimen, pueden hacer de la misma
un bello momento poético. Así como los versos que los jóvenes manejan distan
mucho de aquellos que podrían elaborar en el encuentro fortuito con esas
mujeres accesibles en la discoteca a la que reniegan ir (donde la batalla es “cuerpo
a cuerpo”).
Entonces la
cuestión pasaría por preguntarse para qué sirve el talento (o la inteligencia) si
no es factible aplicarlo en la vida. ¿Es necesario desarrollar el talento o
basta con lo que se posee innato? ¿El talento debe tener utilidad? ¿Se puede
ser creativo sin tener talento?
Aquí, en el
universo ficcional, el talento es una inteligencia poco práctica para la
consecución de aquellas cosas que parecerían hacer felices a los protagonistas.
En ese caso, no hay fertilidad en el talento.
Pero en la
dramaturgia sí se ve el desarrollo de un talento que expresan con habilidad los
autores, quienes siembran un teatro que va echando fructíferas raíces en la
Buenos Aires contemporánea.
Qué: Los
talentos
Quién: Idea:
Agustín Mendilaharzu.- Dramaturgia y Dirección: Walter Jakob, Agustín
Mendilaharzu.- Actúan: Julián Larquier Tellarini, Carolina Martin Ferro, Pablo
Sigal, Julian Tello.- Escenografía e Iluminación: Magali Acha.- Fotografía:
Soledad Rodríguez.- Diseño gráfico: Paula Erre, Andrés Mendilaharzu.- Asistencia
de dirección: Agustín Godoy.- Producción ejecutiva: Carolina Martin Ferro.- CONTACTO
Y PRENSA: lostalentos2010@hotmail.com
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