Grandes cruces de madera penden sobre el público hasta casi rozarle la cabeza. Se ven amenazantes, como símbolo de un poder que acecha y oprime.
Al fondo, una pintura sumerge al espectador en un ambiente artístico. El espacio fusiona la evocación de una iglesia con un atelier de pintor.
Hay olor a incienso que arde en una esquina. Todo se presenta para introducir una atmósfera cargada de ritos, de elementos religiosos, a la vez telúricos y orgánicos.
La propia historia está cruzada de lo terrenal y lo espiritual. Desde el planteo del texto dramático, donde la peste acecha a una ciudad moribunda en la que permanecen aún vivos y ocultos una canonesa y un pintor. Este tiene el encargo de realizar una pintura de Santa Lucía. La canonesa, de que lo lleve adelante.
En medio de un intertexto histórico que bebe de la propia historia nacional, se cuela el intertexto literario que remite a Muerte en Venecia de Thomas Mann. En esta obra, la peste que acecha es sinónimo de la putrefacción humana, hecha carne en el cuerpo del protagonista, quien se enamora platónica y profundamente de un angelical muchacho.
En El cordero de ojos azules, es el pintor quien queda obnubilado por la figura de un joven casi angelical que aparece entre sueños y realidad. El espacio de la ficción está quebrado. La peste amenaza y confunde.
En medio de esta atmósfera densa, la reflexión sobre el arte. La belleza como fuente de inspiración. También el horror, la fealdad, puestos en tela de juicio…nunca mejor dicho, pues allí, en la tela, es donde el pintor dará forma a su juicio.
Por eso la vista, los ojos, la santa con un par de ojos azules en la mano. El ver parece esencial en este debate entre la belleza, la muerte, el arte y la verdad.
Lo esencial es invisible a los ojos, decía el verso. Si creer en algo no requiere de la vista ¿es una cuestión de fe lo que se interroga en el texto?
La pregunta queda planteada en un ámbito donde la fe se cuela. Lo religioso, lo artístico, lo bello, las creencias.
La fe individual que guía con la construcción social como contexto.
Hay que creer para ver.
Qué: El cordero de ojos azules
Quién: Autoría: Gonzalo Demaría.- Actuación: Carlos Belloso, Guillermo Berthold, Leonor Manso.- Vestuario: Julio Suárez.- Escenografía: Gonzalo Córdova.- Iluminación: Eli Sirlin.- Música original: Gerardo Gardelin.- Asistencia artística: Marcelo Pozzi.- Dirección: Luciano Cáceres
Dónde: TEATRO PRESIDENTE ALVEAR Av. Corrientes 1659 Teléfonos: 4373-4245 / 4374-9470.- Web: http://www.complejoteatral.gob.ar
Cuándo: Domingo, Miércoles, Jueves, Viernes y Sábado - 21:00 hs
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