El escenario oscuro
lentamente deja vislumbrar una escena simple, sin artilugios, donde un
personaje en primer plano parece musitar algo no muy feliz mientras otro, de
espaldas, lo escucha.
Pueden verse tres planos de
acción construidos sobre un eje central que los superpone, así como pueden
superponerse los personajes, siempre en disputa, nunca en armonía. Estos
espacios se encuentran divididos entre sí por cortinas derruidas y oscuras,
como lo es toda la atmósfera del lugar.
Terrenal
pone en tierra nuestra a Caín y a Abel, los sumerge en la poética pampeana, los
hunde en el polvo bonaerense. Caín aquí se desenvuelve como un pequeño
productor morronero y Abel es un vendedor de carnada en la banquina. Entre
ellos no hay acuerdo. Y en esa tensión permanente en la que los coloca el
desacuerdo y la hermandad, los hermanos condensan dos visiones de la vida
opuestas y en conflicto.
“El mayor se llamaba Caín,
nombre que traducido significa posesión, y el pequeño Abel, que significa
nada.” En esta aclaración relativa a los nombres de los protagonistas míticos
-y escénicos- aflora toda una historia entre tener y no tener, poseer y no
poseer, entre pertenecer y no pertenecer, estar dentro o fuera del sistema. Los
hermanos sintetizan la dialéctica política de la existencia capitalista entre el
excluido y el incluido.
En la ficción de la escena,
Caín y Abel habitan un territorio que supone ser un loteo donde viven solo
ellos. Uno dedicado a vagar, otro a producir y cuidar su producción. En un
espacio vacío perdido en medio de la nada sin otra cosa que ellos mismos y su
dialéctica en conflicto.
A los personajes la ropa les
queda chica. Toda la estética es de payaso pobre, de ‘don Fulgencio’ atrapado
en el tiempo. Se ven como unos ‘Charles Chaplin” pampeanos, ese ambiente el que
recrea el mito y que parece una tierra prometida que se quedó sin promesas para
cumplir, reseca de esperanzas, vacía de soluciones.
Pero falta el padre, ausente
en su presencia, presente en la memoria. Como si esta falta fuera necesaria para
el equilibrio entre estos dos que se odian, para mantenerlos aglutinados, para
darles sentido.
Dios, tatita, siempre
ausente, se aparece un domingo así como quien viene a dar inicio al mundo.
Tatita, el de las esferas celestes, el que compone la música que es lo
importante (“la letra es lo de menos, la ponen los monos”). El padre que llega
con su canción a desbalancear la balanza.
Los textos, ricos en capas
de sentido, suenan intensos y poderosos en las voces y la interpretación de los
actores. Se proyectan como misiles destinados a hacer estallar los oídos del
público, su capacidad de comprensión, su maduración inmediata del sentido.
¿Qué es lo fundamental aquí
donde la juventud “es larva” y la vida apenas un “varieté de relleno”? Lo
fundamental es la mirada crítica, la reflexión permanente hacia la realidad
circundante, el cuestionamiento alerta.
Eso es posible bajo el manto
arrollador de una obra de teatro que es una obra dramática, poética y vital.
Qué: Terrenal
Quién: Autoría y dirección:
Mauricio Kartun.- Actuación: Claudio Da Passano, Claudio Martinez Bel, Claudio
Rissi.- Vestuario y escenografía: Gabriela A. Fernández.- Iluminación: Leandra
Rodríguez.- Diseño sonoro: Eliana Liuni.-
Fotografía: Malena Figo.- Asistencia de escenografía: María Laura
Voskian.- Asistencia de dirección: Alan Darling.- Prensa: Daniel Franco, Paula
Simkin.-
Dónde: TEATRO DEL PUEBLO.-
Av Roque Sáenz Peña 943 - Teléfonos: 4326-3606.- Web:
http://www.teatrodelpueblo.org.ar
Cuándo: Viernes
- 21:00 hs/ Sábado - 21:30 hs/ Domingo - 20:00 hs - Hasta el 14/12/2014